Con poco dinero en la maleta para financiar mi vida y la de una iniciativa social en otro país, me embarqué en un apasionante viaje que me permitió dimensionar de manera más amplia las carencias educativas que atraviesa la región, pero sobre todo los grandes retos que como generación nos toca asumir para cerrar las brechas de acceso a espacios de innovación y desarrollo tecnológico. Volví a México con dudas, sueños, frustraciones y más hambre de aprendizaje, convencida de que no es posible inspirar a futuros CEO´s y científicos, sin herramientas de simulación y práctica vivencial. Fue así que en medio de mi búsqueda encontré la convocatoria del International Air and Space Program STEM x Girls 2019 y no dude en aplicar. El programa consistía en una competencia internacional que tendría como sede el Kennedy Space Center de la National Aeronautics and Space Administration (NASA) donde podría compartir experiencias con jóvenes de todo el mundo y sesiones exhaustivas de aprendizaje interactivo sobre la industria aeroespacial. Comencé a escribir mi ensayo sobre Los riesgos geopolíticos y biológicos de la llegada del hombre a Marte, guiada por mi curiosidad innata y mis conocimientos previos en dichas áreas. Ser aceptada y realizar la expedición hacia el Centro Espacial Kennedy, implicó para mí un gran ejercicio de reflexión y aprendizaje que me cautivó más de lo que es posible describir. Cada día dentro del programa, pude vivir fascinantes historias de sucesos que cambiaron para siempre mi manera de percibirme a mí misma y al fascinante mundo que nos rodea. Podía estar una mañana experimentando gravitación cero en una cápsula y al día siguiente iterando sobre misiones espaciales o aprendiendo a pilotear sobre el mismo lugar donde el hombre había sido lanzado a la luna 50 años atrás. Ver de cerca la base de Space X y la rampa de lanzamiento 39-A te posicionan en momentos de inspiración que después se convierten en metáforas de vida. Sentir el estruendo de un cohete al salir de la superficie terrestre, ver su despegue en medio de los pantanos de Cabo Cañaveral y hacer el conteo de lanzamiento, te llevan a agradecer el sagaz momento de existir. Mirar de cerca la historia de la industria aeroespacial a través del salón de la fama de los astronautas o el memorial de las misiones espaciales dentro del Apollo/Saturn V Center y posar junto al imponente Saturn V y sus 110 metros de tecnología te hacen mirar lejos, porque te sientan sobre hombros de gigantes, (así como describía Newton al conocimiento). Hay espacios de introspección en los que miras hacia atrás, a lo que fuiste, a la niñez, a los primeros destellos de imaginación. Hay otros en los que ves a aquello que ahora eres y que te está esperando. En mi opinión esto es una de las cosas más valiosas del programa, pues no lo haces solo o sola. En mi caso, compartir la aventura con once mujeres más, fue inspirador y sumamente complementario, porque cada una contaba su propia historia, sus propios sueños y su propia área de especialización combinada con el campo aeroespacial. Estudiar por las noches, prepararnos para la competencia, investigar, pivotear ideas, construir hipótesis, diseñar las casas del futuro en Marte, imaginar el material, tocarlo en la imaginación, estructurar sus costos, su durabilidad, viscosidad, sin duda nos dejaba exhaustas, pero nos recordaba por qué estábamos ahí.
Minutos más tarde en otra sala, escuchar “Señoras y señores: El Atlantis” agudizó mis sentidos y con ello mis ganas de llorar pues tenía frente a mí al famoso transbordador espacial. Esto se unió a mi momento de lucidez anterior y me empujaría aún más, a uno de mis objetivos de vida: construir herramientas e incrementar espacios para que más niñas y mujeres accedieran a mejores entornos educativos en México y América Latina.
Me despedí un 28 de Julio del Kennedy Space Center, mientras escuchaba «Don't Stop Believin' » de Journey en la radio, una de mis canciones favoritas desde los 13 años. Y es que mi balada favorita siempre me guió: no debemos dejar de creer y de soñar aunque cueste, porque si lo hacemos, podemos inspirar y mover a muchos más.
AEXA me dió la oportunidad de entrenar como astronauta durante una semana, sin embargo, su impacto se quedará en mí por muchos años más. Es parte de mi misión replicarlo.
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