Tendríamos que basarnos en nuestro sentido común, en nuestro conocimiento previo sobre los materiales. Entonces llegó el debate sobre el aluminio. Miembros de mi equipo sugirieron su uso, pues, a diferencia de los demás materiales, este material resistiría mejor el calor y no se quemaría tan fácilmente. ¿Suena lógico, no? Pero utilizar este material tendría un costo: solo podríamos usar un par de hojas y nos alcanzaría para poco de los otros materiales. Además, empezaba a recordar algo: el papel aluminio refleja muy bien el calor, pero se quema al instante al contacto con una flama.
Asentí, tratando de recordar cuanto más pudiera sobre el papel aluminio. No se veían muy convencidos. Entonces dudé. Si la mayoría de los otros equipos estaban considerando el aluminio, entonces debería ser una buena opción. Además, de equivocarme (una posibilidad del 50%), le causaría un daño considerable, si no es que irreversible, a mi equipo. ¿Mantendría mi postura? Decidí que sí. Entonces, con poco tiempo restante, mi equipo y yo decidimos dejar el aluminio de lado y concentrarnos en los demás materiales, usando la madera como primera capa y una combinación de papel y algodón para alargar la distancia entre la flama y el malvavisco lo más posible. Minutos después, llegó la hora de las pruebas. Recibiendo mi diploma de participación del IASP ¿El resultado? Los escudos con aluminio como primera capa resistieron la flama por unos segundos, pero después dieron paso al calor y el malvavisco se derritió fácilmente. Los escudos que utilizaron la madera resistieron la flama por más tiempo, y el mayor espacio entre flama y malvavisco fue clave; el malvavisco sobrevivió. Fui la persona más feliz ese día. Aprendí que siempre valdrá la pena arriesgarse, aunque nos equivoquemos. En esta ocasión, tomamos la decisión correcta, pero nunca estuvimos 100% seguros. En las instalaciones del Centro Espacial Johnson de la NASA Con mi equipo en la entrada al Centro Espacial Johnson de la NASA Nunca sabremos qué hay detrás de una puerta si nuestro miedo a equivocarnos no nos permite abrirla. Desde las cosas más pequeñas, como probar una comida nueva o conocer a alguien nuevo, hasta las más grandes, como escoger una carrera o un trabajo, nunca debemos conformarnos con escuchar las experiencias de otros o seguir los ejemplos de otros. Debemos vivir nuestras propias experiencias y aprender tanto de nuestros éxitos como de nuestros fracasos.
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